¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Probablemente ésta sea ahora una de las frases que más anidan en nuestro subconsciente desde hace semanas, ya sea leyendo, viendo la televisión, e incluso conversando con cualquier amigo o familar. La guerra en Ucrania es ya el máximo exponente del acrónimo BANI, el reflejo del mundo en el que vivimos: caótico, completamente impredecible e incomprensible.
Atrás quedaron las siglas VUCA, acuñadas por el ejército de Estados Unidos al final de la Guerra Fría, y que fueron abrazadas por el entorno empresarial hace unos años como respuesta cambios que se realizaban, de forma rápida y continua, con motivo de la globalización y el impacto de las nuevas tecnologías. Se hablaba hasta hace poco de entorno volátil, complejo, ambiguo y con alta incertidumbre, pero ahora lo que más resuena es sencillamente caos.
BANI responde a cuatro iniciales en inglés: Brittle, que indica frágil y quebradizo; Anxious, para ilustrar nuestro estado de ánimo, agitado e inquieto; Non Linear, que señala que determinados hechos pueden desencadenar grandes consecuencias y por último, Incomprehensible, es decir: lo mires como lo mires, definitivamente no se entiende, al quedar fuera de cualquier patrón habitual.
Este modelo, donde el liderazgo tradicional no funciona, está ya siendo considerado como la manera de describir el contexto que presidirá la generación de los negocios ahora y en el futuro. Se imponen las estructuras líquidas y nos orientamos a optimizar continuamente el modelo de negocio con nuevas prácticas y tecnologías actuales.
La respuesta sigue estando en NO parar de introducir cambios en los procesos y la mejora de la capacitación de las personas como única vía para hacer frente a las disrupciones tecnológicas, sociales, políticas, medioambientales y económicas que rompen a diario nuestro modus operandi y hasta nuestra forma de vida. El foco está hace años en una palabra: RESILIENCIA, y no sin razón.
Lo que antes funcionaba no se puede aplicar ahora, lo que antes era casi impensable, es probable que suceda (PANDEMIA, GUERRA, INFLACCIÓN DESBOCADA), y esto exige estar permanentemente preparados para imprevistos. Actualizados y obligados a testear continuamente los procesos, productos y servicios para introducir mejoras, sin perder de vista contexto global, sencillamente porque afecta también a lo local.
El conflicto bélico en Ucrania influye como sabemos a sectores tan estratégicos como el de la energía, el tecnológico, alimenticio, impactando en el suministro de materias primas fundamentales, y servirá sobre todo para sacar a la luz las fortalezas y debilidades de cada estado en función de lo que se alargue la guerra.
¿Qué hacer en mitad del caos? Quien acuñó el término BANI, el pensador Jamais Cascio, anima a tener más capacidad, empatía, visión sistemática, adaptabilidad, transparencia, intuición y trabajo colaborativo.
Se trata de encontrar sentido al sin sentido, acertar y orientar las acciones para generar respuestas útiles. Conseguirlo requiere de innovación, el mejor antídoto para la parálisis y el miedo.
En España el margen de mejora es amplio y los fondos europeos van en esa línea de hacer a nuestras empresas más resistentes, sólidas y hasta elásticas. Es el comienzo, pero no será suficiente. Según los últimos datos del INE, el 12,6% por ciento de las empresas fueron innovadoras de producto y el 19,9 % innovadoras en procesos de negocio.
Las consecuencias de no innovar siguen apuntando a la pérdida de competitividad, tienen un impacto negativo en costes y empleo, limita la productividad, pero fundamentalmente hace que se pierda el músculo necesario para subsistir en circunstancias hostiles, como las de ahora, dificultando la supervivencia.